05:37. Martes. Abril. 2011.

Las mejores decisiones pasan siempre por cambios drásticos en todo sentido. Y éste es uno de esos cambios drásticos que te entrega la vida. Tengo muchas ganas de irme a casa, no quiero estar en ninguna parte que no sea mi habitación obscura. Pero no se puede, hay que seguir con nuestra existencia en el plano y directrices mas o menos pactadas desde hace mucho ya, y que son consecuencia finalmente de lo que nosotros mismos decidimos en otro contexto histórico, y por respeto a ese contexto histórico es que debemos seguir. Me cuesta pensar a ratos en que muchas de las cosas en las que “creo” han sido transadas por esas trazas que obedecen a criterios pasados, a contextos obsoletos, y que la mera consecuencia o congruencia sea lo que empuja a que seamos congruentes (un absurdo nos lleva a infinitos absurdos). Hoy soy un creyente en que llevar una vida anarquista dentro de lo posible es lo que me hará feliz, y hasta el momento, o bien, la empírea, me lo ha demostrado. Quiero que entiendas que transar en aquello a lo que yo apelo es “lo correcto” también tiene consecuencias que quizás ni tu ni yo queremos que sucedan, pero también debemos apegarnos y ser firmes en nuestras decisiones y comprender, por sobre todo, las causas de aquello, y de que toda causa tiene un efecto (no reparare en las causas porque por un lado nombrarlas provocaría que la neutralidad de los hechos sea sesgada, y por otro ya son conocidas y valorizadas por ambos de acuerdo a nuestros propios criterios). Mis efectos son los que estas presenciando hoy, o en estos días. No puedo llevar una vida sumida en la represión de mis creencias sin reprimir absolutamente todo lo que me recuerde lo que creo. No puedo abandonar un estilo de vida sin abandonar todo lo que me recuerde aquel camino que elegí en el albor del supuesto camino a la felicidad. Al transar, al acceder a nuestro pacto estoy dejando de lado un contexto histórico más actual, y lo inválido no por convicción, sino por amor, y no solo por amor a ti, sino por amor a lo que hemos construido y a lo que queremos construir. En mi han calado hondo tus palabras, aquellas que indicaban que nuestras probabilidades de prosperidad eran prácticamente nulas sin que existiese ese cambio brusco en mi pensamiento, mis creencias, mis acciones, en resumen mi estilo de vida, dadas tus inseguridades o bien, el apego a tus convencionalismos, que respeto profundamente pero sabes bien no comparto. Y es aquella situación la que me lleva a comprender que entre nosotros no hay otra posibilidad que ésta, no hay más latencia que la que me he predispuesto a llevar. Espero comprendas que mis palabras no albergan en ningún caso malas intenciones, que mis palabras no tienen un fin hostil hacia tu persona, sino que obedecen a este cambio, obedecen a la necesidad de expresar mi decisión, lo dura que me resulta y lo mucho que me cuesta abandonar mis convicciones. Esta demás decir también que todo lo que de mi boca sale es lo que mi pensamiento cree ante las nuevas condiciones. Son las conclusiones que en mi cabeza, basada en sus conocimientos empíricos, se fraguan. Son la consecuencia, como dije, de estas nuevas condiciones. Yo hoy creo que nuestra relación no va a durar eternamente, vuelvo a creer que lo nuestro es finito impostergablemente, y que será, como dije, no hoy, no mañana, pero sí algún día, porque esa es la consecuencia lógica de vivir bajo los convencionalismos a los que tú te apegas: la infelicidad. Ejemplos hay millones que podrían comprobar que la probabilidad apunta completamente a lo que digo, pero no vale la pena citarlos en este momento, basta con mover un poco la cabeza y observar.

Escribo estas palabras con un único fin: que comprendas mi comportamiento, o bien, que comprendas lo que tu llamas incomprensible e incorrecto, y también para que sepas que, como todo un romántico, me he condenado a la infelicidad eterna por amor. Aunque considerando mi más antigua filosofía, el nihilismo, al final todo da igual, nada importa.

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