Historias de amigos de amigos

Hoy contare una historia. Le sucedió al amigo de un amigo. Hablo de David
David es un hombre normal, levemente mas afeminado que el resto de hombres que conozco, aunque lo suficiente para ser distinguido como homosexual a todas luces. De rostro y brazos morenos, torso peludo, cuerpo moldeado a lo bailarina. David gozaba de una adicción poco común. En su vida los hombres muy poco placer le provocaban y los culpaba de las excentricidades que con voluptuosidad disfrutaba. David era adicto a los cepillos de dientes. Si, tal y como leen. Tiene más de cien, doscientos, los tiene de todos colores, pero, por encima de eso, y como pregona, de todos los tamaños y formas: ergonométricos, limpia lengua, de mango grueso y delgado, y en los albores de la modernidad, que hasta vibran. David cuenta que su primera experiencia sexual fue con el cepillo de su madre a la edad de once años, comenzando su adolescencia. Encontrabase David dándose una ducha, que, con el calor de la edad, cumplía con calmar otra necesidad a parte de su higiene, hablo su calentura., masturbarse en la ducha para David era ya casi una costumbre que, ya de tanto repetir, perdía emoción y efectividad. Un día, mientras se aprontaba a proceder con el manoseo, vio en el depósito de cepillos dentales familiares uno particularmente especial que llamo su atención por su estructura. Era de color rosado, grueso en la base simulando un torpedo, y más delgado a medida que avanzaba hacia las cerdas. David lo vio muy similar a su propio pene a esa edad, y quiso experimentar que sentiría introduciéndolo en su ano, le tomo dos minutos decidir que lo haría. Unto el cepillo con tanta exaltación como pudo en bálsamo, al mismo tiempo que se daba suaves y efectivos masajes de dilatación a su ano con sus dedos. Tomo el cepillo por las cerdas y trato de introducirlo lentamente, mientras el agua caliente de la ducha atravesaba su rendija nalgatoria, dilatando y haciendo más excitante su experiencia. Al principio fue doloroso romper el himen anal imaginario que suele ser un bache difícil, pero que despeja el camino a infinitas posibilidades de placer. Introdujo la parte más gruesa del cepillo primero, que se deslizaba como delineando, esculpiendo el ojete de David que pedía escandalosamente que no se detenga, mientras su pene se henchía, erectaba de inmediato, se hincho con tanta sangre como nunca antes (recuerda David que desde ese día su pene no paro de3 crecer) el cepillo entraba cada vez mas hasta rozar un punto tan placentero que casi lo lleva al orgasmo. Luego de empujarlo hasta las cerdas, David procedía a sacarlo, y, mientras con una mano se manoseaba el pene, sus cocos, los apretaba tratando ingenuamente de detener el orgasmo, con la otra metía y sacaba el cepillo de su ano, en una dinámica tal que mientras mas embutía el cepillo, mas agua caliente penetraba en su rendija y mas dilataba el aparataje trasero. Tanto que no tardo en provocarse un orgasmo tan grande, tan enorme, tan energético que mucho le costo reponerse de el, tanto que casi sintió que desfallecía.
Luego de este episodio David no se detuvo. Cada vez que se duchaba le hacia el amor al cepillo de dientes de su madre. Este acto, que de cierta forma incluye una perversión inmoral, a David le aumentaba el morbo. Pronto cambio al cepillo de su padre imaginando que era el propio miembro de su progenitor el que le calaba el recto, alimentando aun más los niveles de placer de David. Luego, cambio al de sus hermanos y así, en los momentos, y para complacer sus deseos, más hedonistas, procedía con el suyo propio. David, como buen maricón, no dejo que su fetiche le excluyera del placer de un pico real, y por mas que ha probado más de mil a su edad actual, no cambia por nada el mango de un buen cepillo dental untado con bálsamo en una tina caliente.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Jajajajaa que buena historia socio, pero ahora me dara cosa ver un cepillo de dientes, jajaja

besos, addio.-

Unknown dijo...

Me pregunto si la madre de David uso los restos de heces fecales que quedaban en el cepillo como dentrifico!

Buena historia Andrés!

Abrazos, Pat.

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